¿Trabajo pesado en el futuro? Pensábamos que era al revés.
Recuerdo perfectamente esa visión del futuro que nos vendieron en los años 90. Sentados frente a nuestros monitores de tubo, soñábamos con un siglo XXI donde las máquinas se encargarían de todo lo tedioso. La promesa era clara: la tecnología haría el trabajo duro y nosotros nos dedicaríamos al ocio, al arte, a la filosofía.
Para capturar la gigantesca ironía de esa promesa, hice este gráfico. En 1990, un oficinista imagina a un robot haciendo su trabajo en 2026. En la realidad de 2026, el robot efectivamente tiene su puesto, pero el humano no está de vacaciones: está con un pico y una pala, realizando trabajo físico pesado.

La realidad nos dio una bofetada. La Inteligencia Artificial no vino primero a por los trabajos manuales, sino que se lanzó directamente a las tareas creativas, intelectuales y administrativas.
Y lo más curioso es que el sueño no ha muerto, solo ha cambiado de bandera. Aún hoy, desde algunas corrientes de pensamiento, sobre todo las cercanas al socialismo, se sigue defendiendo con optimismo la visión de que los robots trabajarán por nosotros, permitiéndonos dedicarnos al ocio y las artes. Se teoriza sobre un paraíso comunista automatizado o rentas básicas universales financiadas por la productividad de las máquinas.
Pero mientras esa utopía se debate, la realidad parece apuntar a un reajuste mucho más caótico y desigual. La verdad es que nadie sabe para dónde va esto. No está claro si avanzamos hacia la liberación del trabajo o hacia una nueva clase de trabajos precarios que las máquinas simplemente no quieran hacer.
Por ahora, lo único claro es que el futuro no es tan simple como lo imaginábamos. Y que, quizás, nos convenga tener a mano un buen par de guantes de trabajo, por si acaso.

